Un nuevo muro en el Sáhara. El entonces ministro de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación de España, Josep Borrell, ahora Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, ha revelado a finales de 2018 que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ahora ex presidente, le sugirió construir un muro en el desierto del Sáhara para frenar la inmigración –tal como el que él promueve en la frontera de Estados Unidos con México–. Las revelaciones de Borrel se produjeron durante un coloquio en el Club Siglo XXI en el que ha dejado claro que esa no es la solución para la inmigración en Europa, sino más bien qué hacer teniendo en cuenta que África duplicará su población en los próximos 20 años.
Desde que Marruecos invadió militarmente el Sáhara Occidental en 1975, ha construido una muro en el desierto de 2.700 km que mantiene a los saharauis -que buscan la independencia- lejos del oeste, rico en recursos. Esta barrera de arena, construida entre 1980 y 1987, separa el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos de los territorios liberados por el Frente Polisario. Es la frontera entre la tierra fértil y el desierto; también la línea que a menudo separa la vida y la muerte.
Tres años después de las revelaciones de Borrell, Marruecos decidió hacer realidad la sugerencia del exmandatario estadounidense y ha construido un nuevo muro de unos 53 kilómetros. El Ejército marroquí ha prolongado el muro más de 50 nuevos kilómetros en el extremo sureste del Reino con la escusa de impedir incursiones del Ejército saharaui. El muro, en su mayor parte en la zona internacionalmente reconocida como marroquí (Sur de Marruecos), fue construido para evitar infiltraciones y ataques del Ejército de Liberación Saharaui (ELPS), según informó EFE. El nuevo muro que parte desde el punto T14 del muro del Sáhara en la localidad de Graret Al-Arbi, en el sur de Marruecos, hasta la frontera de Argelia. El Uarkziz, Lemsamir, Lebaaj en la región de Touizgui quedaron dentro de ese nuevo muro. Según EFE, el nuevo muro está construido a solo tres kilómetros de la frontera con Argelia, en torno a una comuna rural llamada Touizgui situada en el extremo sureste de Marruecos.
El Sáhara no necesita un muro, necesita una solución, necesita ejercer su derecho a la autodeterminación.
Tras más de tres décadas desde el fin de la guerra de 1991 entre Marruecos y el Frente Polisario, la tierra sigue enterrando vidas. Sólo en lo que va de año la ONG Llamamiento de Ginebra ha registrado 34 víctimas de minas en la parte liberada. “La mayoría son nómadas, pastores o niños que confunden los explosivos con juguetes”.
Desde el comienzo de la primera guerra del Sáhara en 1975, Marruecos intentaba continuamente levantar el muro, pero todos intentos y muros construidos fueron penetrados y destruidos por el Frente Polisario. Finalmente y al octavo intento, con gran ayuda estratégica, logró levantar un muro que aún divide a familias saharauis.
El muro fue construido por Marruecos, financiado económicamente por el rey saudí Fahd bin Abdelaziz y los presidentes estadounidenses Jimmy Carter y Ronald Reagan y apoyado estratégicamente por expertos israelíes, a petición del entonces rey Hassan II. Es el muro más largo militarmente operativo de todo el mundo, con 2.720 km de longitud, rodeado de 7 millone de minas antipersona y antitanques. El muro de Palestina que construyó Israel tiene el mismo objetivo, usurpar territorios ajenos, mide 721 km, ocupando así el segundo puesto.
Marruecos, construyó el muro bajo la excusa de que es para frenar los ataques, pero el muro realmente tiene fines expansionistas y separatistas entre la población saharaui. El ocupante ilegal de los territorios, tras la Firma de los Acuerdos Tripartitos entre la potencia colonizadora (España), Marruecos y Mauritania, comenzó arrasando con la población saharaui con intensos bombardeos de napalm y fósforo blanco (Masacres de Smara y Um Draiga en 1976).
Estos muros son los más conocidos de los que proliferan en el mundo. Todas políticas de último momento, presionadas por el contexto, donde en apariencia la fuerza se impone sobre la razón para controlar la población pobre y su capacidad de incidir en la civilización. Si bien pueden ser leídas como medidas xenofóbicas e inhumanas, lo cierto es que su aplicación no reconoce partidos ni ideologías por más amplio rechazo que tengan en parte de la población.
Una muestra de lo que genera una sociedad enferma y un modelo de vida, cuyas únicas soluciones que se proponen parten de aislar a la población de su propio territorio.
ecsaharaui