El agua radiactiva acumulada en unos 1.000 tanques en la central nuclear de Fukushima es un problema que no va a terminar con su vertido al mar. Hay que seguir refrigerando tres reactores cuyos núcleos están fundidos y activos entre las ruinas del complejo nuclear, para ello se generan un promedio de 160 toneladas de agua contaminada diarios. El gobierno japonés quiere librarse del problema arrojándolo al mar, literalmente.
Estos vertidos comenzarán en 2023 y continuarán durante décadas. Se tratan de 1,2 millones de m³ de agua radiactiva debido sobre todo al tritio, un elemento que forma parte del agua misma y es muy difícil de separar. Pero hay otros contaminantes más peligrosos que, en principio, se dijo que podían filtrarse hasta niveles seguros mediante un proceso diseñado para eliminar más de 62 contaminantes radiactivos. Sin embargo, esta separación no ha funcionado bien lo que no se supo hasta siete años después del accidente, cuando TEPCO publicó datos que detallaban las cantidades en los tanques de sólo 9 isótopos, como rutenio-106, cobalto-60 y estroncio-90, carbono 14, yodo 129. Estos son más peligrosos en cuanto a sus efectos sobre la salud y no se mezclarían y diluirían en el océano, resulta más probable que terminen en el fondo del mar.
Según las evaluaciones de la propia compañía propietaria de Fukushima, más del 70 % de los tanques necesitarían un tratamiento secundario para reducir las concentraciones por debajo de lo que exige la ley para su liberación. Además, se necesita un conocimiento más completo de los isótopos que quedan en cada tanque y no solo para los reportados, si no para un conjunto más grande de posibles contaminantes, como el plutonio. Pero lo cierto es que no hay un control internacional sobre los análisis, todo está en manos de TEPCO y el gobierno japonés.
Se sabe que algunos de los isótopos radiactivos se incorporan más fácilmente que otros en las especies marinas o en los sedimentos del lecho oceánico. Por ejemplo, los factores de concentración biológica en los peces son hasta 50.000 más altos para el carbono 14 que para el tritio. Además, los isótopos como el cobalto-60 tienen hasta 300.000 veces más probabilidades de terminar asociados con los sedimentos del lecho marino. En definitiva, lo que se dice para tranquilizar a la opinión pública de que si se diluye lo suficiente no hay peligro, puede ser válido para el tritio, pero no se puede utilizar para evaluar el comportamiento de los demás isótopos que se quieren arrojar al mar.
En todo caso, para una acción verdaderamente controlada se necesitan estudios oceánicos independientes antes, durante y después de los posibles vertidos, de los múltiples isótopos contaminantes, de la biota marina y de los sedimentos del fondo oceánico.
Se ha dicho que no hay más solución que la descarga en el océano. Sin embargo, dada la corta vida media de los isótopos conocidos en los tanques, el tiempo ayudaría. Con una vida media de 12,3 años, en 60 años, el 97 % de todo el tritio se descompondría, junto con varios de los otros isótopos de vida más corta. La falta de espacio en tierra es la razón de la urgencia en la liberación del océano, esto no es un motivo suficiente. Los tanques pueden almacenarse fuera de los límites del actual complejo nuclear. El gobierno japonés opta por la salida más fácil y más irresponsable.
Para Ecologistas en Acción y el MIA es inaceptable, además, que un país “civilizado” y bien integrado en los engranajes de la diplomacia internacional, pueda tomar esta decisión unilateralmente. Y solo parezcan preocupados sus vecinos más próximos.
El accidente de Fukushima es un recordatorio permanente de que la electricidad que producen las nucleares no compensa el riesgo en que nos ponen.