A escasos días de que comience la época de exámenes en la universidad, estudiantes de Sevilla y Granada lanzaron cada uno por su lado peticiones online en change.org para recabar apoyos en su petición a las direcciones universitarias y a la Junta de Andalucía de suspender los exámenes presenciales en vista de riesgo de contagios de Covid-19.
Más de 4600 estudiantes se han sumado a estas peticiones en las cuales se señala el riesgo a la salud pública y la falta de medios de la universidad como motivos evidentes para cancelar las pruebas de evaluación presencial y la exigencia de que miles de estudiantes se muevan en los próximos días. Una situación que no es ajena a otros puntos del Estado si atendemos a los hashtags como #ExamenesOnlineEspaña y #ExamenesOnlineYa que han cogido tanta fuerza esta semana en redes sociales.
Frente a esta situación vemos como desde las burocracias universitarias y las autoridades se responde criminalizando a la juventud, acusándola de que se contagian en los bares y no en las aulas a pesar de las polémicas imágenes de aglomeraciones que se dan en el transporte público (camino a la facultad) o en los pasillos de la universidad. “Los universitarios no se contagien en las aulas, sino en el bar de enfrente”, advierte un “catedrático” en un artículo del ABC.
En el caso de la Universidad de Sevilla, los representantes estudiantiles guardan un vergonzoso silencio escudándose en una encuesta que estarían realizando para evitar posicionarse con las estudiantes en su demanda de exámenes online; por otro lado, se esgrime la posibilidad de que las alumnas se copien o sean ayudadas por terceras personas como un motivo para evitar que las pruebas sean online. En la mente de algunos rectores, profesores y tristemente compañeros de clase, es mejor que mueran inocentes a manos del Covid a que algunos “pecadores” se salgan con la suya.
En Granada además las propias estudiantes recuerdan que la mitad de ellas son originarias de otros puntos del Estado y que deberán moverse a la ciudad en caso de que se exijan las pruebas presenciales, es decir se estaría forzando a la movilidad de miles de jóvenes en un contexto aún de pandemia con tal de proteger la sacrosanta seguridad de que “nadie podrá copiar”. Una situación absurda promovida por quienes, desde el rectorado, lloraron lágrimas de cocodrilo cuando la Junta de Andalucía ordenó el cierre de la Universidad de Granada para evitar culpabilizar a la hostelería de los desastrosos datos sanitarios de la provincia a la vez que se criminalizaba a la juventud y que luego no han tardado en echar la responsabilidad a este mismo colectivo en vez de adaptarse a la crisis sanitaria.
Quizás en vez de vigilar los bares para identificar a sus alumnos, la universidad debería haber estado atenta a resolver el problema de la brecha digital que afecta a su alumnado (y que ha sido negado por el ministro de Universidades) y que ahora sería un obstáculo en caso de darse los exámenes online, dando excusa para no admitir esta opción más segura en términos sanitarios.
Como señala en una reciente declaración la agrupación Contracorriente, la crisis actual en la universidad da pie a que nos cuestionemos los modelos de evaluación vigentes, así como la situación de impotencia del estudiantado, cuya voz no importa en la toma de decisiones de la universidad. Organizarse en asambleas digitales para encontrar no sólo formas de evitar estas pruebas presenciales, sino dar voz a las estudiantes y pensar formas alternativas de evaluación a las de la universidad neoliberal es un buen primer paso que dar frente a la inactividad de burocracias universitarias más centradas en sus propios intereses. Hay que seguir el ejemplo de los y las estudiantes franceses que han bloqueado varios campus precisamente para protestar contra los exámenes presenciales.