Tras una más que habitual reyerta en la mítica Calle Nueva de Jerez, varias unidades del Cuerpo Nacional de Policía y de la Policía Local acuden al lugar de los hechos, donde se encuentran con una persona tumbada en el suelo con un estado mental alterado tras la paliza que por motivos desconocidos se le propinó, según testimonios de los vecinos.
Tras charlar con diferentes testigos, los agentes rodean al muchacho, de unos 20 a 25 años, que grita y se retuerce en el suelo con claros síntomas de dolor y de alteración mental, pues da patadas a su alrededor, incluso al coche oficial de la policía.
Entre varios agentes que lo rodean, se escuchan frases como “venga chaval, levántate y te largas” “vaya la que has montado” y “deja de montar el circo, te levantas o te llevamos”. Mientras tanto algunos de los efectivos tratan de que reaccione propinando suaves movimientos con sus extremidades inferiores sobre el cuerpo del joven, mientras éste sigue en estado de desesperación.
En ese momento, una vecina grita desde su ventana: “¡Por favor, que es una persona!”. Uno de los nacionales le contesta diciendo “Si tanto te importa, súbetelo a tu casa.” Y otro, de los locales: “A ver si vas a venir tú a decirnos cómo tenemos que hacer nuestro trabajo”. A lo que ella contesta: “Lo que tienen que hacer es llamar a los sanitarios”, a los que previamente esta vecina había llamado, pues considera que en esta situación mucho más pueden hacer nuestros maravillosos cuerpos de la sanidad que los que estaban en ese momento allí.
Tras increpar varias veces a la vecina diciéndole que baje y que se lo lleve a su casa, la mujer decide bajar hasta la calle porque el dolor y la impotencia que arde en su interior no le permite seguir mirando a otro lado, pese a que sus vecinos tratan de impedírselo para que no se meta en un lío.
Justo saliendo del portal llega la ambulancia. La vecina vuelve a ser increpada por un nacional que le grita desde lejos. Ella se acerca para hablar con él porque aún no se cree que pueda existir tal inhumanidad en la raza humana. Él le vuelve a recordar que lo puede subir a su casa si quiere. Ella insiste en que no sería la primera vez que sube a su casa a gente por humanidad, pero, cuando ella trata de expresar su opinión, que tanto le estaban reclamando “en persona”, el policía le dice que por favor se aleje y le pregunta “si no sabe lo que son dos metros de distancia”. Ahora que baja a dar la cara, ya no le interesa tanto que hable.
Prosige: “¿Qué pasa? ¿Qué no te vale con que hayamos venido más de 10 unidades policiales?” Pues no, para esto, no me vale.
Otro vecino grita desde la ventana: “Vergüenza me daría ser compañero vuestro”. Pero ya ninguno de los agentes responden. Quizá se han dado cuenta de la falta de respeto a los derechos humanos que han demostrado, como una jauría, en la que unos apoyan las faltas de humanidad que algunos de los compañeros iniciaron. Algunos bajan la mirada… supongo que se dan cuenta de la gravedad de las consecuencias de su condescencia.
Yo soy esa vecina y no os podéis imaginar la impotencia y la rabia que da ver cómo el abuso policial sigue a la orden del día sin que nada ni nadie pueda detenerlos.
Estoy segura que todos esos, más de 20 o 30 policías, tienen hermanos, amigos, hijos…. De la misma edad de la persona que estaba en el suelo tirada. No puedo comprender cómo nadie, salvo esta vecina, pensó “es una persona” (independientemente de lo que haubiera hecho o de sus circunstancias).
Supongo que no nos sorprende… a mi me ha dejado llorando.
Por cierto, creo que se me olvidó comentar que el chaval era…. ¡¡un moro!!