El confinamiento por la Covid19 ha obligado a miles de trabajadoras y trabajadores a “llevarse el curro a casa”. El teletrabajo, en aquellos empleos cuya presencialidad no es imprescindible, se ha generalizado como la vía más efectiva para seguir desarrollando las tareas y continuar dando los servicios, tanto en la Administración pública como en las empresas privadas y organizaciones sociales. “Una encuesta revela que el 70 por ciento de los empleados españoles comenzaron a trabajar desde el domicilio como resultado de la epidemia”, contaba InfoLibre hace unas semanas. Mientras un estudio de IvieLAB y la Universidad de Valencia indica que de toda la población ocupada del Estado español, el 22,3 por ciento podría teletrabajar, aunque lo hace menos del cinco. Sectores como la intermediación financiera, las inmobiliarias, los servicios empresariales y la educación de mercado podrían teletrabajar en más de un 36 por ciento de los casos. La emergencia sanitaria ha llevado a muchas empresas y a sus trabajadoras a improvisar para adaptar el trabajo a los únicos espacios habitables: las casas. Y ello ha provocado sobrecargas sobre los y las trabajadoras.
Lidia (nombre ficticio) es directora de marketing en una startup y observa elementos positivos y negativos en este contexto que también a ella le ha tocado vivir: “Una cosa positiva sería que ahorro mucho tiempo de commuting (ir de un lado a otro), pero en lugar de ahorrarlo, lo invierto en el trabajo. Antes, a las seis y media ya estabas recogiendo, ahora, desde casa, trabajas una o dos horas más simplemente porque los espacios y las rutinas no están tan diferenciadas”. Un análisis de Forbes reflejaba que, en Europa, el teletrabajo ha supuesto al menos dos horas extra en relación a la jornada presencial. “Me da la sensación de que me paso todo el día trabajado y que las supuestas ocho horas de ocio se convierten en el ratito que me queda de siete a nueve de la noche para dar un paseo”, comenta la publicista. “Cuando me dan mental breakdowns (bajones anímicos) -dice-, no estoy en la oficina, así que me puedo quedar llorando tranquilamente enfrente del ordenador”. Estos momentos le suelen pasar debido a la “incertidumbre y el agobio que le provoca la sensación de tener que demostrar constantemente que estás trabajando”. “Nunca he odiado trabajar tanto como ahora”, concluye.
Como Lidia, hay otros muchos ejemplos Falta de herramientas de trabajo, problemas de conciliación, obligación de utilizar materiales propios, horas extra sobrevenidas, exposición irremediable de datos personales y de intimidad, obligación de seguir revisando el correo electrónico corporativo estando en ERTE [Expediente de Regulación Temporal de Empleo] y otros abusos se han generalizado en los últimos meses con la Covid19 como excusa. ¿Podría esta situación excepcional provocar un cambio sustancial del panorama laboral? ¿Podría servir de excusa a las empresas para pasar por alto algunos derechos básicos y a las instituciones para continuar la senda de recortes de los últimos años? Laura Luque teletrabaja y es sindicalista en CNT. Recuerda que la casa, en principio, no es un centro de trabajo bajo el control y la responsabilidad de la empresa. Explica que no está habilitada como una oficina, para lo que se necesitarían extintores o sistemas de cableado bajo el parquet. “La probabilidad de que se sufra un accidente -dice- aumenta”. Entre enero y abril de 2020 ha habido un total de 4.627 accidentes laborales en el domicilio, seis de ellos mortales, según recogen los datos del Ministerio de Trabajo Desde CNT, lo consideran “terrorismo patronal. Ningún trabajador o trabajadora puede correr el riesgo de perder su vida trabajando”.
Entre enero y abril de 2020 ha habido un total de 4.627 accidentes laborales en el domicilio, seis de ellos mortales. Clic para tuitear
Los empresarios tienen la obligación de garantizar la seguridad y la salud de la plantilla, como refleja la Directiva 89/391/CEE del Consejo: medidas para promover la mejora de la seguridad y de la salud de los trabajadores en el trabajo, que se aplica a todos los sectores, privados o públicos, establece que los. Además, el artículo 5 del Real Decreto-ley 8/2020, de 17 de marzo, de medidas urgentes extraordinarias para hacer frente al impacto económico y social del COVID-19 dice que “se establecerán sistemas de organización que permitan mantener la actividad por mecanismos alternativos, particularmente por medio del trabajo a distancia, debiendo la empresa adoptar las medidas oportunas si ello es técnica y razonablemente posible y si el esfuerzo de adaptación necesario resulta proporcionado”, y que “se entenderá cumplida la obligación de efectuar la evaluación de riesgos, con carácter excepcional, a través de una autoevaluación realizada voluntariamente por la propia persona trabajadora”.
Laura Luque, de CNT, explica que, “si una persona se lesionase estando en casa mientras trabaja, lo tendría que notificar a la empresa y esta lo tendría que notificar al servicio de prevención o a las personas que se encarguen de la prevención en la empresa”. Por ello, considera que se tendría que “emprender el procedimiento de investigación del accidente tal y como sucede cuando la persona está en el centro de trabajo o bien desplazándose por motivos de trabajo”. La CNT reclama la necesidad de una regulación legal específica sobre el teletrabajo, “ante la insuficiencia de la reciente reforma legislativa del artículo 38.4 del Estatuto de los Trabajadores para la adaptación de jornada por conciliación familiar”, explica Luque. “Si vas a teletrabajar a partir de ahora o ya lo hacías, exigimos que tu empresa te dote de EPIS, formación en Prevención de Riesgos Laborales, que nos pague los suministros y nos dote de herramientas y un espacio seguro”. El sindicato anarquista ha remitido una carta al Gobierno con todas las reivindicaciones y exigencias.
Algunas empresas están considerando la posibilidad de perpetuar el teletrabajo, no solo por cuestiones de seguridad sanitaria sino también para ahorrar gastos. Mientras, desde el Ministerio de Trabajo ya están avanzando en una propuesta que dé herramientas para la implantación del teletrabajo protegiendo a las trabajadoras y trabajadores de posibles abusos empresariales y vulneraciones de derechos laborales, como recortes salariales o evasión de responsabilidades en la configuración del espacio físico de trabajo. La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se ha pronunciado sobre el principio de desconexión digital, y anunció su intención de “regular mejor” este derecho que ya está recogido en la Ley Orgánica de Protección de Datos y Derechos Digitales.
Eva Pérez Nanclares es abogada y tiene, además, una pequeña empresa con tres personas a su cargo. Considera que es perfectamente viable respetar los horarios, las condiciones y los derechos laborales en el contexto del teletrabajo y que es necesario para ello impulsar la desconexión digital: “El trabajador tiene derecho a preservar su tiempo personal, incluso aunque tengan dispositivos de la empresa. Porque yo tenga un móvil de empresa no significa que mi jefe tenga legitimidad para enviarme un mensaje a las tres de la tarde”, explica. Reconoce, en cualquier caso, que “la conciliación es muy compleja” y que las trabajadoras y los teletrabajadores tienen que “educarse en el teletrabajo”. Una cosa que pasa mucho es tener “la sensación de que no acabas nada de lo que empiezas” por las interrupciones habituales de tener que conciliar la vida privada -la crianza, por ejemplo- con la jornada laboral, y también esa “sensación de que, como no has dado el cien por cien, te tienes que quedar más tiempo”. La abogada, que ha teletrabajado desde hace años, cree que es posible generalizar el teletrabajo preservando las garantías de los derechos y las condiciones laborales, pero que en España hace falta una labor previa de reeducación. Desde su punto de vista, en España triunfa el presencialismo “porque somos un país desconfiado”. Recuerda que en el Estado español es muy habitual el control de presencia y de jornada. “Es bueno que no estemos cada día millones de personas en la M40”, afirma como ejemplo de que el teletrabajo es una oportunidad para reducir la contaminación.
¿Y qué pasa con todas las personas que no disponen de un espacio adecuado para el trabajo en su casa? Regina (nombre ficticio) trabaja en un instituto de educación secundaria. En casa son cuatro personas, dos teletrabajando y dos criaturas que también necesitan atender a clase. Solo cuentan con un ordenador portátil. Está teniendo que usar su propio teléfono móvil para llamar a las familias de su alumnado: “Todos los recursos materiales de mi trabajo los he tenido que poner yo”. “El tema de la conciliación es horrible”, comenta. Su compañero trabaja presencialmente por las tardes, “con lo cual, mi tarea laboral continúa por la noche, cuando acuesto a mis hijas. No hay ningún día que me acueste antes de la una”. Con respecto a cómo hacer posible el teletrabajo sin aumentar la carga sobre las trabajadoras y los trabajadores, Pérez Nanclares considera la idea de poder establecer negociaciones individuales con la empresa: como por ejemplo, que la empresa, en vez de pagar un edificio de oficinas, pacte con cada trabajadora si le paga un puesto en un coworking que haya cerca de donde vive, el acondicionamiento de un espacio en su casa u otras alternativas que la trabajadora prefiera. “Teletrabajar es trabajar en remoto, a distancia. Y trabajar en remoto no tiene por qué ser en el salón de tu casa”, explica la abogada. Aunque, esa capacidad empresarial de negociar individualmente con cada empleado o empleada puede dar lugar a otros inconvenientes, según Laura Luque, de CNT.
La anarcosindicalista considera que es fundamental evitar el aislamiento laboral. “Nos puede demoler como clase trabajadora y como sindicalistas. Sin organización de los trabajadores, no hay coordinación, se carga la estrategia y el apoyo mutuo”. La posibilidad de que el teletrabajo se extienda más y se perpetúe deja entrever un problema básico para la organización de los y las trabajadoras: no compartir espacio de trabajo con compañeras y compañeros te deja “indefensa como trabajadora. Ahora eres tú sola contra el abuso de la empresa y la patronal. Sucederá con las nuevas incorporaciones que tendrán una formación e implantación completamente online, sucederá con las despedidas, con las compañeras que sufren acoso. Si no hay contacto, no puedes afrontarlo de forma colectiva y organizada”, advierte la anarcosindicalista. “Puede que, en muchos casos, no veas el acoso a una compañera, la extorsión, el chantaje y es difícil hacerte partícipe de la lucha de tu compañera si ni siquiera la conoces, quizá tú ya la sufras y sientas que eres solo tú”, concluye.