“Si cada español pusiera una peseta…”. Esta frase mítica de Lola Flores en 1987 apelaba a la “solidaridad” del pueblo español para que le ayudaran a pagar la sanción que le había puesto Hacienda.
Este miércoles, el jefe de la diplomacia de la UE se marcó su propio “Lola Flores”. En una intervención en la Eurocámara, que muchos tuvimos que ver varias veces para asegurarnos que no se trataba de un montaje cómico, pidió a los europeo que bajasen la calefacción de sus casas. “Si cada europeo bajara un grado su calefacción…”.
Lo pide un burócrata de la UE que acumula un patrimonio, según su última declaración, de 2,7 millones de euros y cuyo gasto en calefacción de sus nada modestas viviendas equivalen a decenas de las de un hogar medio.
Aunque el llamamiento suene ridículo el mensaje va en consonancia con los anuncios de sacrificios que vienen demandando los diferentes gobiernos de la UE. Unas demandas que no van dirigidas a las grandes empresas y fortunas.
La inflación desbocada amenaza con carcomer, aún más el poder de compra de los salarios. En el Estado español ya supera el 7% y se prevé que rebase el 10% a final de año. Algunos productos como la gasolina se han encarecido un 25% en los últimos 15 días. El gas y la electricidad siguen rompiendo récords, con picos de 700 euros el MW/hora.
Salarios y pensiones siguen por detrás. Los convenios firmados en 2021 recogieron una subida media del 1,5% y el gobierno “progresista” dejó las de las pensiones y el SMI en un 2,5%, y los sueldos de las y los trabajadores públicos en un 2%.
Ahora, en la misma línea que Borrell, Sánchez lleva días anunciando “sacrificios”. El programa económico del pacto de coalición está en revisión en clave de ajuste. Se propone un pacto de rentas a patronal y burocracia sindical inspirado en los Pactos de la Moncloa de 1978, que permitieron la mayor devaluación salarial desde la posguerra.
Mientras tanto, ni impuestos a las grandes fortunas, ni siquiera a los beneficios extraordinarios de las eléctricas o el IBEX35 – que cerraron 2021 con más de 60 mil millones de ganancias -, están sobre la mesa.
El gobierno más “progresista” de la historia, como el resto de los de la UE, buscan descargar los costes de su escalada belicista y las sanciones que, al mismo tiempo, hambrean al pueblo ruso, sobre la clase trabajadora y los sectores populares.