La sexta ola ya es un hecho. En apenas dos semanas, el impacto de la variante Ómicron en el Estado español la ha catapultado hasta el 47% del total de infecciones, disparando la incidencia acumulada a 14 días a 610, con cerca de 80 mil nuevos positivos en el fin de semana. Estos datos, no obstante, podrían estar por detrás de la realidad. La saturación de la atención primaria y la incapacidad del sistema público para testear a personas con síntomas y contactos puede estar ocultando la gravedad de la situación y facilitando una enorme transmisión comunitaria.
Aparentemente el efecto de la alta cobertura vacunal, que roza el 80% con doble dosis, reduciría el porcentaje de positivos que desarrollan enfermedad grave. Sin embargo, el exponencial aumento de casos amenaza con colapsar de nuevo el sistema público de salud en los meses que este está de por sí más tensionado por otras afecciones estacionales como la gripe. Algunas comunidades autónomas, como Catalunya, ya están en el 30% de UCIs ocupadas por covid19 y otras, como el País Vasco, han anulado todas las intervenciones quirúrgicas no urgentes u oncológicas.
Estos dos primeros párrafos podría haberlos escrito casi en su integridad tirando de “corta y pega” de los muchos artículos que hablaban de las olas anteriores. Pareciera que estamos en un eterno “día de la marmota”. A 20 meses de inicios de la pandemia la situación del sistema de salud en todos sus áreas – desde el rastreo, laboratorios, la atención primaria y la red hospitalaria – es de un agotamiento agónico. Los prometidos refuerzos no han llegado y, en muchos casos, hasta se han retirado debilitando la capacidad de prevención, diagnóstico y tratamiento de la pandemia.
Restricciones y limitación de derechos: el único idioma que entienden los gobiernos y del que la covid19 sigue escapando
Todo esto no es producto de un mal o una “plaga bíblica” sobrevenida, contra la que nada se puede hacer, como nos han vendido desde el gobierno central y los autonómicos, o los del resto de gobiernos de la UE, desde marzo de 2020. Casi dos años después de la aparición de la covid19 las excusas del tipo “no se podía prever” son un insulto que solo busca tapar este enorme crimen social.
Dejar pasivamente que la situación sanitaria empeore, sin tomar ninguna medida efectiva que pase por mejorar los sistemas de prevención y testeo. Cuando la cosa ya está desbocada, como estaría pasando ahora, llegan las soluciones mágicas que a golpe de decreto, policía y sanción prometen devolvernos a otra “requetenueva” normalidad.
Su respuesta hoy es la misma que otras veces. Tanto las medidas ya anunciadas por la Generalitat como las filtradas que se discutirán mañana en la Conferencia de Presidentes. Nuevas restricciones de actividad, medidas efectistas sin impacto demostrado -como la petición de mascarillas en exteriores- y, con mucho peso, nuevas limitaciones de derechos fundamentales como los que representan el pasaporte covid o las peticiones de nuevos toques de queda.