El 22 de abril se conmemora el Día de la Tierra mientras la población continúa luchando contra la COVID–19. Una pandemia que está acrecentando las desigualdades en todo el planeta, dentro de una dinámica mundial en la que se siguen produciendo graves impactos climáticos y sobre la biodiversidad. A pesar de las señales inequívocas de que el tiempo para reaccionar se agota, el foco mediático se vuelve a situar en el gobierno estadounidense. El presidente Joe Biden, con la intención de resituarse en la política climática internacional, ha convocado en una cumbre virtual a 40 líderes mundiales, entre ellos el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez.
Un nuevo encuentro internacional que se suma a otros eventos anteriores, donde líderes políticos realizan grandes declaraciones muy alejadas del reto civilizatorio que supone la emergencia ecológica actual. En el Día de la Tierra día es necesario recordar que, según el último informe de síntesis de Naciones Unidas, los esfuerzos combinados de los países llevarían a una reducción de las emisiones de solo el 1 % respecto a los niveles de 2010, muy lejos de la reducción del 50 % que establece el IPCC para cumplir el Acuerdo de París. Los líderes internacionales siguen fallando en la protección del planeta, condenando con ello a todos los ecosistemas a un calentamiento global de consecuencias catastróficas.
Asimismo, el último informe del IPBES (Panel Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos) ya alertaba de la preocupante situación mundial en relación a la pérdida de biodiversidad y su relación con la aparición de nuevas pandemias aún más graves y costosas. Se referían a unos 800.000 virus desconocidos, que actualmente viven en mamíferos y aves, y que podrían infectar a personas. La deforestación y el comercio de vida silvestre deben ser una cuestión prioritaria en la política mundial. “Las mismas actividades humanas que impulsan el cambio climático y la pérdida de biodiversidad también generan riesgos de pandemia a través de sus impactos en nuestro medio ambiente”, subrayó el doctor Peter Daszak, presidente de EcoHealth Alliance y del taller del IPBES.
Se sigue lejos de poner el foco y dar una respuesta a las comunidades locales que ya llevan décadas enfrentando los efectos de la crisis ecológica. En su lugar, se convierten en protagonistas los líderes de las naciones con mayor impacto ambiental, que en muchos casos representan los intereses de la industria fósil, la deforestación y el consumo insostenibles. Ecologistas en Acción considera que los líderes mundiales deben centrarse en resolver la falta de ambición política que ellos mismos ratificarán en la cumbre de Glasgow, en lugar de utilizar las efemérides para actos más publicitarios que efectivos. Para la organización ecologista las medidas puestas en marcha hasta el momento son claramente insuficientes. Se confía en muchos casos en falsas soluciones tecnológicas que difícilmente serán capaces de alcanzar los objetivos. Estos compromisos solo podrán darse de la mano de un drástico descenso de las emisiones y del consumo, de la aplicación del enfoque ‘Una sola salud’ y por limitar el comercio de vida silvestre, la ganadería y agricultura industriales, y el consumo insostenible.
Estos hechos no son ajenos a la realidad del Estado español, donde la planificación energética presentada por el gobierno de Pedro Sánchez no cumple con las indicaciones científicas y las políticas de prevención de pérdida de biodiversidad brillan por su ausencia. En el Día de la Tierra, Ecologistas en Acción vuelve a señalar que centrar la lucha ecológica solo en los procesos de sustitución tecnológica o basar la apuesta de la transformación ecológica únicamente en medidas blandas como los incentivos o penalizaciones fiscales no es un camino transformador ni suficiente. Son necesarios instrumentos legislativos más detallados en materia de planificación vinculante y regulación. Mientras sigan siendo los grandes intereses empresariales los que determinen la ruta de la transformación ecológica, el destino de los fondos de apoyo para la transición, la ubicación o el tamaño de los proyectos seguirán agravando la degradación climática y la pérdida de la biodiversidad.