Entre las justificaciones esgrimidas por el presidente ruso, Vladimir Putin, para atacar a Ucrania se encuentra una supuesta “desnazificación” del país. Estas declaraciones son pura propaganda del Kremlin y buscan crear un consenso principalmente en Rusia para legitimar y justificar la agresión del régimen de Putin. De hecho, el gobierno ucraniano no está dirigido por nazis. El gobierno ucraniano es reaccionario, liberal y proimperialista, pero no “nazi”. Sin embargo, negar la existencia de organizaciones nacionalistas de extrema derecha ucranianas y su capacidad para imponer temas políticos en el país desde 2014 solo puede fortalecer la posición de estas fuerzas profundamente reaccionarias. Un peligro mortal para la clase obrera y los sectores populares en Ucrania, e incluso más allá.
De hecho, Putin utiliza un elemento de la realidad para alimentar su propaganda. Oponerse a la política reaccionaria y nacionalmente opresiva de Putin en Ucrania no significa minimizar la amenaza que representan las fuerzas reaccionarias ucranianas. Por el contrario, esta cuestión es tanto más importante cuanto que las organizaciones de extrema derecha intentarán aprovechar la guerra para fortalecerse políticamente a nivel nacional. Los analistas ya están advirtiendo sobre esto. Así, en The New York Times, del que no se puede sospechar realmente que tenga una línea “pro-Putin”, podemos leer: “’La inestabilidad en Ucrania ofrece a los extremistas supremacistas blancos las mismas oportunidades de entrenamiento que la inestabilidad en Afganistán, Irak y Siria ha ofrecido durante años a los militantes yihadistas’, dijo Ali Soufan, quien encabeza el Grupo Soufan, que ha documentado durante varios años cómo el desarrolló del conflicto en el este de Ucrania se convirtió en un centro internacional de supremacía blanca. (…) La aparente movilización de grupos de extrema derecha podría ser problemática para el gobierno ucraniano, ya que encaja en el marco de la descripción de Putin de Ucrania como un país fascista y su falsa afirmación de librar una guerra contra los nazis que controlan el gobierno en Kiev”.
Pero más allá de las consideraciones políticas del gobierno de Kiev, las organizaciones de extrema derecha, algunas de las cuales son abiertamente neonazis, son un factor importante en la situación. No solo han ganado cierto peso político y social desde el movimiento Maidan en 2014 (que no puede analizarse solo por sus débiles resultados electorales), sino que estas organizaciones han adquirido una experiencia muy importante en las luchas y el entrenamiento militar. La extrema derecha en Ucrania organiza a miles de personas en grupos paramilitares más o menos integrados en las fuerzas armadas oficiales según los casos, organiza campamentos juveniles, posee espacios culturales… Desde este punto de vista, aunque por el momento no tiene la misma fuerza política, en muchos aspectos tiene más puntos en común con las organizaciones fascistas de los años 30 que con la ultraderecha occidental actual, mucho más respetuosa del marco legal impuesto por los respectivos regímenes políticos.
El Movimiento Azov y la complicidad de los occidentales y sus aliados locales
Entre estas organizaciones la más conocida a nivel internacional es sin duda el movimiento Azov. El especialista canadiense en la extrema derecha ucraniana Michael Colborne, que publicará un libro sobre este movimiento en las próximas semanas, habla de ello de la siguiente manera: “La extrema derecha de Ucrania, en particular el movimiento Azov, ha sido capaz de operar durante mucho tiempo con un grado de impunidad y apertura que es la envidia de sus pares internacionales. El movimiento surgió del Regimiento Azov (originalmente un batallón), formado en el caos de la guerra a principios de 2014 por un grupo heterogéneo de matones de extrema derecha, hooligans y mercenarios internacionales -incluso decenas de ciudadanos rusos-, convirtiéndose en una unidad oficial de la Guardia Nacional de Ucrania. Con estimaciones de 10.000 miembros (…) el movimiento Azov ha podido beneficiarse de un giro “patriótico” general en el discurso ucraniano dominante desde el comienzo de la agresión rusa en 2014 (…) También hay una gran cantidad de subgrupos, aunque no afiliados, bajo su paraguas, incluidos los neonazis abiertos que alaban y fomentan la violencia”.
Obviamente, los líderes imperialistas de Occidente conocen muy bien la actividad política y militar de las organizaciones de extrema derecha en Ucrania. Sin embargo, optan por no expresar sus preocupaciones en público porque podría alimentar el discurso de Putin, pero también porque por el momento la acción de la extrema derecha favorece sus intereses. Sin embargo, es innegable que este ejército de extrema derecha desempeñará un papel político en el futuro de Ucrania, sea cual sea el resultado de la guerra actual. La pregunta para los imperialistas y sus socios locales es si podrán controlar estas fuerzas y asegurar su “lealtad”.
No es casualidad que, a diferencia de 2014, el movimiento Azov, por ejemplo, esté tratando de “mostrar sus credenciales”. Para beneficiarse del apoyo político y militar de los imperialistas, deben parecer socios confiables y responsables. Es en este sentido que adoptan una estrategia de “desdemonización”. Así, en un artículo de Novara Media, que también cita a Colborne, leemos: “la preocupación del movimiento por su imagen probablemente también signifique que los voluntarios de extrema derecha del extranjero no desempeñarán un papel tan esencial en Azov como lo hicieron en la fase inicial de la guerra. Cuando estalló el conflicto en 2014, neonazis de toda Europa acudieron en masa a Ucrania para unirse a los bandos ucraniano y ruso. La presencia de combatientes de extrema derecha en el extranjero ha afectado la reputación de Azov. “Mientras que en 2014 estaban activamente reclutando ayuda extranjera, esta vez la están rechazando activamente”, dice Colborne .
Sin embargo, por el momento, lo más probable es que los líderes occidentales continúen con su política de encubrimiento y relativización de la actividad de estas organizaciones. Esta es una política que ha estado en vigor durante varios años por parte de los políticos occidentales. Como escribe Al Jazeera: “En junio de 2015, Canadá y Estados Unidos anunciaron que sus propias fuerzas no apoyarían ni entrenarían al regimiento Azov, citando sus vínculos neonazis. Sin embargo, al año siguiente, Estados Unidos levantó esta prohibición bajo la presión del Pentágono”.
Facebook, por su parte, acaba de flexibilizar la censura de determinados contenidos relacionados con la propaganda del movimiento Azov. Esta actitud de los líderes e instituciones occidentales contribuye a la creación de un terreno más favorable para estas organizaciones reaccionarias dentro de la población ucraniana. Así, aunque no podemos afirmar que todos los integrantes de las fuerzas formadas por el movimiento Azov sean neonazis, lo más seguro es que sus ideas están relativizadas, banalizadas y difundidas entre gran parte de la población.
Pravi Sektor, el otro actor de la ultraderecha ucraniana
El movimiento Azov y otras organizaciones de extrema derecha cuentan con el apoyo y la benevolencia de las propias autoridades ucranianas. Incluso tienen importantes contactos dentro del aparato estatal como el exministro del Interior, Arsen Avakov, que lo dimitió el pasado verano, y del que se sospecha que ha sido el líder del movimiento Azov. En este mismo sentido, el otro movimiento de extrema derecha importante en el país es Pravi Sektor (Sector Derecha) cuyo capitán Dmytro Kotsyubaylo fue condecorado como “héroe” por el propio presidente ucraniano.
The Times pinta el siguiente retrato de Pravi Sektor: “el grupo se originó en 2013 como un movimiento militarizado que incluía tanto a extremistas ultranacionalistas como a simpatizantes de derecha, y rápidamente se convirtió en un pilar en la lucha contra los separatistas respaldados por Rusia. Aunque su ala política fracasó, al no poder ganar un solo escaño en las elecciones de 2019, las unidades de voluntarios de Pravi Sektor son ampliamente consideradas en Ucrania como una fuerza dedicada de voluntarios patriotas comprometidos con preservar la integridad del territorio del país (…) ante la amenaza de una invasión rusa, Pravi Sektor se encuentra en un momento de prestigio revitalizado, ejemplificado por el reconocimiento público de Kotsyubaylo como héroe nacional. Basado detrás de la línea del frente como una fuerza de reserva, Los combatientes de Pravi Sektor entrenan a reservistas y voluntarios en todo el este de Ucrania. “Somos una parte integral de la defensa de nuestro país y nos coordinamos al más alto nivel con el ejército ucraniano”, dijo Kotsyubaylo”.
Hay una ósmosis tan importante entre Pravi Sektor y el Estado ucraniano que es normal ver a estudiantes visitar sus campos de entrenamiento, donde se les da una visión totalmente nacionalista de la historia del país. Este es particularmente el caso de la historia en torno al Ejército Insurgente Ucraniano de Stepan Bandera, una organización militar nacionalista ucraniana que durante la Segunda Guerra Mundial luchó contra el Ejército Rojo y los nazis, pero colaboró con ellos. El ejército de Stepan Bandera también es responsable de la masacre de miles de polacos y judíos. Pero la rehabilitación de su figura ha estado en marcha en el país durante varios años, incluso antes del movimiento Maidan de 2014. Es una revisión reaccionaria de la historia que se ha convertido en política oficial.
La extrema derecha: ¿Milicias privadas de los oligarcas?
Hay una faceta menos conocida de las fuerzas de extrema derecha: su relación con los oligarcas. De hecho, varios oligarcas ucranianos se encuentran entre los principales patrocinadores financieros de los grupos paramilitares nacionalistas. Entre estos oligarcas podemos mencionar al magnate de la energía, Igor Kolomoisky.
Este no solo financió al regimiento Azov, sino también a las milicias Dnipro 1 y Dnipro 2, Aidar y las Unidades Donbass. Como escribió en 2019 el periodista norteamericano cercano al Partido Demócrata Peter Cioth: “durante el conflicto entre Ucrania y los separatistas respaldados por Rusia, el Sr. Kolomoisky estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para que su lado ganara, siendo ese lado, en ese momento, el lado pro occidental. El Sr. Kolomoisky es judío, tiene nacionalidad israelí además de su nacionalidad ucraniana y fue presidente del Consejo Europeo de Comunidades Judías. Sin embargo, nada de esto le impidió financiar las milicias neonazis en Ucrania, en particular el infame Batallón Azov, siempre que se opusieran a Rusia (y las propiedades de Kolomoisky no fueran saqueadas)”.
Sin embargo, Kolomoisky fue sancionado por Estados Unidos en marzo de 2021. No por su apoyo y financiamiento a grupos neonazis, sino porque mientras tanto ha comenzado a financiar facciones parlamentarias en desacuerdo con los occidentales. En efecto, lejos del relato heroico que se hace actualmente de los líderes ucranianos, estos últimos (incluido el propio Zelensky) y los oligarcas están utilizando las disputas entre Rusia y los imperialistas occidentales para mejorar su posición en las negociaciones con estos dos “bloques”. Esta es la historia política de Ucrania desde la caída de la URSS. En este sentido, la financiación de brigadas de criminales y neonazis contra Rusia sigue la misma lógica: proteger sus intereses particulares.
En cuanto a la aparente paradoja de que Kolomoisky sea judío y que al mismo tiempo financie a grupos afiliados al neonazismo, también se utiliza para relativizar el verdadero carácter político de estos grupos. Algunos también señalan el hecho de que Zelensky, él mismo judío, no puede apoyar o ser apoyado por “neonazis”. Eso significa olvidar que estas organizaciones fueron fundadas por individuos tan reaccionarios como oportunistas, dispuestos a dejar de lado algunas de sus “convicciones” a favor del mejor postor. En este sentido, el diario israelí Haaretz, dice sobre los crímenes de estas bandas: “sus tropas [las del Regimiento Azov] han sido acusadas de crímenes de guerra por las Naciones Unidas, mientras que su brazo paramilitar, el Cuerpo Nacional, ha sido vinculado a ataques contra romaníes locales y miembros de la comunidad LGBT. Sin embargo, mientras que los grupos de extrema derecha han cometido redadas durante la última década (…) la violencia contra los judíos es relativamente rara”. Que estas organizaciones ataquen menos a las poblaciones judías no significa que estén menos cerca del neonazismo sino que enfatizan otros aspectos de esta nauseabunda ideología.
¿Qué pasa con la extrema derecha “prorrusa”?
Sin embargo, una vez que hemos denunciado y mostrado el peligro que representa la extrema derecha nacionalista ucraniana, sería muy parcial detenerse ahí. En efecto, si Putin y la propaganda rusa denuncian la “nazificación” de Ucrania y el peso (intencionalmente exagerado) de estas organizaciones en el gobierno de Kiev, nada dicen sobre la presencia de activistas y líderes de extrema derecha en las filas de las “milicias pro-rusas” de Donbass. Aunque se haga todo lo posible para ocultar la influencia de estas corrientes dentro de las “repúblicas populares”, la realidad es que también hay reaccionarios nacionalistas del lado prorruso.
Así, en 2019, Iosif Zisels, titular de la Asociación de Organizaciones y Comunidades Judías de Ucrania, declaró que en 2014 “Los neonazis rusos (incluida la Unidad Nacional Rusa) jugaron un papel activo en los combates en el este de Ucrania, aunque su ideología data de hace 20 años”. Del mismo modo, en un reportaje de 2014 en el Donbass, la periodista Julia Ioffe, que se encontraba entre los combatientes prorrusos que mostraban los símbolos nazis, discutiendo con uno de los líderes del Batallón Vostok, relata la siguiente anécdota: “Mientras Dmitry y yo hablábamos, noté a un luchador de Vostok con pantalones militares, una camiseta y chaleco antibalas, caminando con un Kalashnikov. Tenía una barba rubia larga y densa y estaba lleno de tatuajes: una runa en un codo y, dentro de su antebrazo derecho, una esvástica (…) Le pregunté a Dmitry sobre esto, pero el hombre me vio mostrando mi brazo. “Ven aquí”, gruñó, saludándome con enojo. Me quedé congelada en el lugar. “No vayas difundiendo tus mentiras”, gritó mientras caminaba hacia nosotros. “No es una esvástica. Es un antiguo símbolo eslavo. Swa es el dios del cielo”. Observé, en silencio. “Es nuestra herencia eslava”, dijo. “No es una esvástica”, luego se dio vuelta y se alejó”.
Pero no todo termina ahí. Los vínculos oficiales de las autoridades de las repúblicas de Donbass con la extrema derecha occidental son bastante fáciles de establecer. Así, la periodista y activista de derechos humanos Halya Coynash describía en un artículo de 2014 la lista de “observadores internacionales” que acudieron a certificar la “validez democrática” de los referéndums separatistas celebrados en el Donbass: “Entre ellos se encontraban al menos dos miembros del Partido de la Libertad de Austria, populista de extrema derecha; Aymeric Chauprade, asesor en asuntos internacionales del Frente Nacional Francés; el belga Luc Michel, ex miembro neonazi de FANE y ahora miembro de un partido de extrema derecha, así como dos compatriotas del partido de extrema derecha Vlaams Belang; dos miembros del partido Ataka búlgaro de extrema derecha; el húngaro Bela Kovacs del partido de extrema derecha Jobbik, etc.”.
El poder ruso necesita ocultar esta realidad para garantizar la “credibilidad” de su propaganda presentándose como una fuerza para la “liberación” de las poblaciones de habla rusa de Ucrania de una amenaza neonazi ucraniana. De ahí también que algunos puedan hacer demagogia en torno a la denuncia de la retirada de las estatuas de Lenin. Pero eso no puede ocultar el carácter reaccionario y opresor del régimen de Putin. Tampoco puede ocultar los proyectos políticos planteados reiteradamente por ciertos líderes de las repúblicas del Donbass que emulan a los de la Rusia Imperial más que a la Revolución de Octubre, como la creación de un Estado (Nueva Rusia) que reúna las regiones del este y el sur de Ucrania.
Las referencias de las organizaciones neofascistas o nacionalistas de extrema derecha en Rusia son menos de la Alemania nazi que del imperialismo zarista ruso. Esto les permite jugar con símbolos menos connotativos, especialmente en Occidente. Pero estas corrientes son tan dañinas como los neonazis ucranianos.
Por una política obrera e independiente
Como hemos tratado de mostrar a lo largo de este artículo, la extrema derecha es una amenaza muy real para la clase trabajadora y las poblaciones oprimidas de Ucrania. Pero esta amenaza proviene no solo del lado del nacionalismo ucraniano reaccionario, sino también del llamado lado “prorruso”. La política “gran rusa” de opresión de Ucrania de Putin solo favorece el desarrollo de corrientes nacionalistas reaccionarias en el lado ucraniano. La opresión rusa empuja a cientos de miles de personas (incluso millones) a banalizar o relativizar este peligro reaccionario y a mezclar legítimos sentimientos de defensa de su país ante la agresión con la agenda política de la ultraderecha nacionalista. Por otra parte, la política de los gobiernos de Kiev y de los oligarcas ucranianos favorece el violento nacionalismo antirruso.
Así, uno de los peligros que se avecinan para los trabajadores y las masas es que la guerra -dada su configuración actual y las fuerzas involucradas- pueda favorecer el desarrollo y fortalecimiento de corrientes de extrema derecha, en particular de aquellas que colaboran estrechamente con la seguridad ucraniana.
Beneficiándose sin duda de la “ayuda militar” de la OTAN, pero también indirectamente del apoyo político que el gobierno de Kiev recibe de las potencias imperialistas, podría ser que estos cuerpos militares dirigidos por la extrema derecha, por su papel decisivo en la defensa de Ucrania, vieran aumentar su prestigio, con impacto en los países occidentales
Incluso en el escenario de debacle para el gobierno ucraniano, estas corrientes podrían tratar de lucrar oponiéndose de manera oportunista a Zelensky, mientras que las corrientes de extrema derecha “prorrusas” también saldrían fortalecidas en caso de una victoria militar.