Gilles Deleuze, conocido filósofo francés, expuso algunas ideas relativas a la evolución de la sociedad en la que vivimos, aun cuando sería más propio hablar de las sociedades, en plural, habida cuenta de las diferencias estructurales que caracterizan la vida en común a lo largo de los siglos.
En una conferencia pronunciada el 17 de marzo de 1987, Deleuze se refirió a un elemento esencial de la sociedad actual, –que llama sociedad de control, por oposición a su predecesora, la sociedad disciplinaria–, la información:
“Quiero decir a qué punto todo aquello de lo que hablamos es irreductible a toda comunicación… Qué quiere decir eso… eso quiere decir, me parece, que en un primer sentido la comunicación es la transmisión y la propagación de una información. Ahora bien, qué es una información… No es complicado, todos lo saben, una información es un conjunto de consignas. Cuando nos informan nos dicen lo que se supone que debemos creer. En otras palabras, informar es hacer circular una consigna. Las informaciones policíacas son, justamente, “comunicados”. Nos comunican informaciones, es decir que nos dicen lo que se supone debemos (…) creer. Lo que estamos obligados a creer. O bien, ni siquiera creer, pero hacer como si creyésemos. No nos piden creer, nos piden comportarnos como si creyésemos. Eso es la información, la comunicación… e independientemente de estas consignas, y de la transmisión de estas consignas, no hay comunicación, no hay información. Lo que equivale a decir que la información es exactamente el sistema de control.”
La prensa, la TV, la radio, los medios de difusión masiva, fueron convertidos en un negocio no tanto para hacer dinero con ellos, –que también–, sino para transformarlos en herramientas de control.
De ese modo, un filibustero australiano como Rupert Murdoch acumula una fortuna que se cifra en decenas de miles de millones de dólares, ligada a un imperio mediático que incluye Fox News, Sky TV, The Wall Street Journal, The Times of London, News of the World, The Sun, The Sunday Times y una larga lista de publicaciones cuya influencia y dinero permite comprar políticos, periodistas, economistas y otros expertos para difundir lo que le da la gana. Libertad de prensa le llaman.
En 2018, el New York Times escribió que Rupert Murdoch pudo crear su imperio rápidamente «utilizando despiadadamente su plataforma para hacer elegir sus candidatos preferidos, y utilizando luego despiadadamente a esos candidatos para ayudarle a extender su influencia”.
Cuando Rupert Murdoch entró en el mercado de los medios, una parte de su estrategia consistió en publicar contenidos salaces que otros rechazaban: mujeres con las tetas, y otros detalles, al aire. En Gran Bretaña su grupo mediático espió ilegalmente hasta los teléfonos de la familia real…
Cualquier parecido con lo que ocurre en el campo de flores bordado no es pura coincidencia. Cuando un filibustero logra reunir una fortuna considerable, no tarda en comprar un medio de propaganda con el cual difundir las consignas que hace pasar como información. Así, un conocido mercader de la plaza hizo publicar que él es “un contribuyente ejemplar” (sic) a través de un órgano de periodismo de investigación que el mismo financiaba.
En Francia, nueve milmillonarios controlan la casi totalidad de los mass media: prensa, TV, radio, editoras, productoras de cine y de música, telefonía móvil, empresas de sondeos de opinión, servicios de internet, agencias de prensa, agencias publicitarias, etc.
Con razón Gilles Deleuze afirmaba:
“…eso nos concierne particularmente hoy en día. Nos concierne porque… entramos en una sociedad que podemos llamar una ‘sociedad de control’… un pensador como Michel Foucault analizó dos tipos de sociedades muy cercanas a nosotros… unas que llamaba ‘sociedades de soberanía’, y otras que llamaba ‘sociedades disciplinarias’. Lo que llamaba ‘sociedades disciplinarias’, que hacía partir netamente –porque hay todas las transiciones que Uds. quieran– con Napoleón, eran el paso típico de una ‘sociedad de soberanía’ a una ‘sociedad disciplinaria’.»
«La ‘sociedad disciplinaria’, se definía… –es muy conocido, los análisis de Foucault son justamente célebres–, por la constitución de sitios de encierro. Prisión, escuela, fábrica y hospital. Las ‘sociedades disciplinarias’ necesitaban eso. Lo que generó algunas ambigüedades entre los lectores de Foucault, porque creyeron que se trataba del último pensamiento de Foucault. Evidentemente no. Foucault nunca creyó, e incluso dijo muy claramente que esas ‘sociedades disciplinarias’ no eran eternas.»
«Aun más, pensaba evidentemente que entramos en un tipo nuevo de sociedad. Desde luego hay aun todo tipo de restos de ‘sociedades disciplinarias’, por años y años… Pero sabemos que estamos en sociedades de otro tipo que son y que convendría llamar… fue Burroughs (*) el que pronunció el término –Foucault tenía una gran admiración por Burroughs–… Burroughs propuso el nombre, un nombre muy simple, de “control”. Entramos en ‘sociedades de control’. Que se definen en modo muy diferente a las de disciplina. Ya no necesitamos, o más bien aquellos que velan por nuestro bien no necesitan, o no necesitarán más, los sitios de encierro.»
…será tal vez dentro de 50 años, pero actualmente ya, todo eso, las prisiones, las escuelas, los hospitales, son tema de discusión permanente… ¿No vale más dispensar cuidados médicos a domicilio ?, sí, es sin duda el futuro… las fábricas, los talleres, las fábricas crujen por todos lados. ¿No valen más los regímenes de subcontratación, e incluso el trabajo a domicilio?”
Dicho en las palabras de ahora, no hace falta el encierro presencial: basta con el control a distancia, que es más o menos lo mismo, gracias a las telecomunicaciones. Alain Supiot sostiene que las nuevas tecnologías debían ser utilizadas para liberar al ser humano, y en vez de eso sirven para someterlo.
Sueñan incluso con que deje de pensar: para eso inventan la inteligencia artificial. Se dice que Frederick W. Taylor (1856-1915), inventor de la organización racional del trabajo, el taylorismo, hacía poner un cartel en los talleres en que trabajaban miles de obreros: Check your brain out (deja tu cerebro afuera). Para pensar están los de arriba, y digo los de arriba recordando el célebre film de Fritz Lang, Metropolis (1927).
En la ciudad ideal los poderosos –los encargados de pensar– viven en la superficie de la Tierra, rodeados de lindos jardines y mujeres ligeramente vestidas, mientras los pringaos que hacen funcionar las fábricas viven bajo tierra, como ratas, trabajando al servicio de las máquinas.
Deleuze, ¡en 1987!, ya pensaba que incluso la escuela sería dispensada a distancia…
“Incluso la escuela, hay que vigilar a los pibes que nacen… eso se desarrollará solo dentro de 40 o 50 años… nos explican que lo estupendo sería hacer al mismo tiempo la escuela y el oficio. Será muy interesante, la identidad de la escuela y el oficio en la formación permanente, que es nuestro futuro, ya no implicará necesariamente la agrupación de escolares en un sitio de encierro. Eso podrá hacerse de otro modo.”
Con clases a distancia, por ejemplo, virus mediante. No presenciales, –liberando a los mercachifles de la educación del costo de locales y aulas, electricidad y servicios–, pero que habrá que pagar igual, negocio es negocio.
La imagen que abre Metropolis, batallones de obreros marchando como autómatas hacia las máquinas que deben servir –imagen evocada también por el genial Chaplin en Tiempos Modernos, con el agregado de los rebaños de corderos que salen del Metro para entrar en la fábrica, y también por Pink Floyd en su genial clip Another Brick in the Wall…– prefigura ya la sociedad de control.
La tropa –la represión, las masacres, la tortura, los asesinatos, la prisión– será cada vez menos necesaria, pero estarán ahí… just in case… dos precauciones valen más que una.
Como suelo afirmar, no hemos inventado nada. Étienne de la Boétie, a mediados del siglo XVI, escribió su célebre Discurso de la Servidumbre Voluntaria. Allí, puedes leer lo que sigue:
“El ardid de los tiranos que consiste en embrutecer a sus vasallos nunca fue tan evidente como en la conducta de Ciro hacia los Lidios después de que se apoderase de su capital y tomase cautivo a Creso, su riquísimo rey. Le llevaron la noticia de que los habitantes de Sardes se habían rebelado. No hubiese tardado en someterles a la obediencia. Pero no queriendo saquear una ciudad tan bella ni verse obligado a mantener allí́ un ejército para dominarla, se le ocurrió́ un método admirable para asegurarse de su posesión. Implantó burdeles, tabernas y juegos públicos, y luego publicó un mandato que obligaba a los ciudadanos a asistir a ellos. Los resultados fueron tan satisfactorios que nunca más tuvo que sacar la espada contra los Lidios. Esos miserables se dedicaron a inventar toda suerte de juegos de modo tal que, de su gentilicio los Latinos formaron la palabra con la cual designaron lo que llamamos pasatiempos, y que ellos llamaron Ludi por deformación de Lidia.”
Esto ocurría en el año de gracia de 546 antes de nuestra era, y las técnicas han evolucionado. Ahora el poder desafiado recurre a las elecciones, a la farándula, al futbol… Vivimos pues, plenamente, en plena ausencia de Derecho y voluntariamente, en la sociedad de control.
Somos, como canta Pink Floyd… just another brick in the wall.
(*) William S. Burroughs fue un novelista, artista visual, ensayista y crítico social estadounidense.