La Comisión de Salud Pública, en la que están representadas las comunidades autónomas y el Ministerio de Sanidad, ha acordado por unanimidad reducir el aislamiento de todos los positivos por covid-19 de diez a siete días.
De la misma forma, los contactos que requieren cuarentena (es decir, aquellas personas no vacunadas que son contacto estrecho de un positivo) también rebajan su periodo de cuarentena a siete días.
Es importante distinguir entre aislamiento para positivos y cuarentena para contactos estrechos.
Cuarentena de contactos
El periodo de cuarentena es aquel en el que un contacto estrecho debe evitar contactos porque puede estar desarrollando la enfermedad. Para los no vacunados que han sido contactos estrechos de un positivo, se reduce su cuarentena de diez a siete días. Los vacunados contacto estrecho ya no tenían que hacer cuarentena.
“Su reducción está motivada por que con ómicron, algunos datos apuntan a una reducción del periodo de incubación, que es el tiempo que se tarda desde que tienes un contacto estrecho hasta que desarrollas síntomas o tienes una PCR positiva. Si es más corto, las cuarentenas podrían ser más cortas”, explica Pedro Gullón, epidemiólogo social y médico especialista en medicina preventiva y salud pública de la Universidad de Alcalá.
En una situación de amplia transmisión comunitaria, es posible reducir la cuarentena, siempre y cuando el resto del tiempo hasta los diez días se evite estar con muchas personas y se mantengan estrictas medidas de protección personal
Óscar Zurriaga, epidemiólogo de la UV
“El impacto de la reducción del tiempo de cuarentena es menor ya que en España, las personas vacunadas no realizan cuarentena desde hace unos meses; por tanto, tendrá impacto sobre todo en familias con hijos pequeños sin vacunar”, razona el epidemiólogo.
Para Óscar Zurriaga, profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia, “la cuarentena de los contactos estrechos es una medida fundamental, pero no solo es el tiempo: también es la limitación de contacto con otras personas. En una situación de amplia transmisión comunitaria, es posible reducir ese periodo, siempre y cuando durante el resto del tiempo hasta completar los diez días se evite estar con muchas personas o en lugares de alta concurrencia, y se mantengan estrictas medidas de protección personal (mascarilla siempre, distancia física, ventilación, evitar lugares cerrados)”.
Aislamiento de positivos
Por otro lado, el periodo de aislamiento se aplica a personas con infección durante el tiempo en que pueden ser contagiosas. Se ha decidido rebajar este periodo de diez a siete días para todas las personas con test de diagnóstico positivo de infección activa (PCR o antígenos).
Su reducción puede tener más implicaciones, explica Gullón. “Sabemos que los primeros días tras la aparición de los síntomas son los más contagiosos. Pero no existe un corte seguro a partir del cual una persona no vaya a excretar virus con un 100 % de seguridad. En personas que ya han pasado 5-7 días tras el positivo, y que sean totalmente asintomáticas, las probabilidades de que puedan infectar a otros son bajas. No obstante, nunca son cero y se trata de un continuo: a más tiempo, menos probabilidad de transmitir”.
En personas que ya han pasado 5-7 días tras el positivo, y que sean totalmente asintomáticas, las probabilidades de que puedan infectar a otros son bajas. No obstante, nunca son cero
Pedro Gullón, epidemiólogo de la UAH
Estas medidas se han tomado en España días después de que otros países cambien sus propios protocolos. El 27 de diciembre, los Centros de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) redujeron aislamientos de asintomáticos y cuarentenas de no vacunados a cinco días, unido al refuerzo de la protección con mascarillas, una decisión que a Salvador Peiró, epidemiólogo e investigador en farmacoepidemiología de FISABIO, le parece “sensata y casi necesaria”.
Difíciles decisiones con los datos actuales
Adrián Aginagalde, director del Observatorio de Salud Pública de Cantabria, explica la dificultad de estimar los períodos idóneos con los datos disponibles. “Aún no ha llegado a transcurrir un periodo de transmisión y otro de incubación (10+10 días) desde la primera generación de casos de la variante ómicron, de forma que resulta muy complicado evaluar con los programas de rastreo si hay transmisión a partir del día 5”.
A pesar de ello, según Aginagalde, “tomando de referencia la variante delta, el porcentaje de casos secundarios que podrían escaparse parece bajo”. El experto en salud pública reclama “disponer de un consenso europeo según la guía del ECDC para mantener unas actuaciones comunes”.
El temor a la disrupción social
“Calculo que ómicron va a producir una importante disrupción social. Ayer casi 100.000 casos y vamos duplicando cada 5-6 días. En 10 días podríamos tener que aislar a más de 200.000 personas y si sumamos cuatro contactos por caso, alcanzamos el millón, con aislamiento o cuarentena para cada uno. Afectaría a bomberos, policías, trenes, distribución de alimentos, medios de comunicación. Sería casi un confinamiento generalizado, pero a base de aislar y cuarentenar de uno en uno. Y la mayoría sin síntomas o con cuadros muy leves”, argumenta Peiró.
El epidemiólogo valenciano teme que “a este ritmo de contagios y con la estrategia actual, agotaremos nuestra capacidad de hacer PCR”. Además, “gastar pruebas en asintomáticos nos dificultará disponer de capacidad para profesiones esenciales. Asumiendo que no se van a adoptar estrategias efectivas de reducción de interacciones entre personas, que sería lo razonable, hay estrategias con las que ganar espacio para la atención más necesaria, pasando a autocuidados para los casos leves y reduciendo en lo posible la disrupción social”.
Se ha generado confusión y desconfianza con medidas de nula utilidad muy contestadas en todos los medios por los expertos, como los test para reuniones
Salvador Peiró, epidemiólogo de FISABIO
Peiró es muy crítico con ciertas medidas y discursos promovidos en las últimas semanas: “El problema es que se ha generado confusión y desconfianza con medidas de nula utilidad muy contestadas en todos los medios por los expertos, como los test para reuniones; con la apuesta de que no vamos a tener tantas hospitalizaciones (que dependerá de la relación entre la reducción de la gravedad y el incremento de casos), con el recurso a la levedad de la infección y el ‘ahora es un catarro’, (que puede ser verdad mayoritariamente, pero no en agregado); y hasta con el final de la pandemia”.
“Con ese recelo de base, las medidas de este tipo [reducción de los periodos de cuarentena y aislamiento] se percibirán como abandono: ‘ya ni nos hacen pruebas y sueltan a los contagiados para que trabajen aunque contagien’. Crearán malestar social. Tengo la impresión de que se ha creado una situación muy inmanejable para el empleo de medidas racionales que adicionalmente requieren una excelente comunicación a la población (autocuidados) y una buena aceptación social”.