El juego del Calamar, dirigida por Hwang Dong-hyuk, es una serie surcoreana de Netflix que está dando que hablar en todo el mundo.
La historia gira entorno a un juego en el que 456 personas compiten con un único objetivo: ganar un premio equivalente a unos 75 millones de euros. Para acceder a este suculento premio los participantes, personas marginadas o en aprietos financieros, deberán ir pasando fases consistentes en juegos infantiles, cada vez más sangrientos y brutales.
El juego del Calamar da buena cuenta de la salud cinematográfica que actualmente vive Corea del Sur. Una industria que saltó a la palestra desde que Parásitos obtuviera un Oscar en 2019 y que ha visto en sus series un verdadero filón. El juego del calamar, guiña a series de renombre como los Juegos del hambre, El señor de las moscas o Battle Royal. Es además consecuencia de series televisivas de los años 90 en las que los participantes debían enfrentarse a pruebas que rozaban lo ridículo para ganar un suculento premio, como podría ser el histórico Humor amarillo.
Desde estos pilares se construye una serie con dosis de suspenso, fantasía o mundo gamer que hace que el espectador se quede sentado delante de la pantalla, planteando preguntas éticas como hasta dónde llegar por dinero o hasta qué punto la sociedad capitalista en la que nos encontramos nos llega a someter a actos violentos como único medio para lograr un fin.
Sin embargo no todo el monte es orégano. Netflix, plataforma de streaming que actualmente ofrece esta serie, ha visto como el proveedor de Internet SK Broadband los ha demandado debido al sobrecoste generado por el alto tráfico que la serie ha generado. Dicho proveedor de Internet responsabiliza tanto a Netflix como a El Juego del Calamar del gran aumento de tráfico en la red en Corea del Sur. El sistema capitalista no perdona y allá donde pueda existir algún tipo de beneficio económico se lucha como si fuera la vida en ello, tanto o más que a los personajes de la exitosa serie.