La imposición de restricciones sanitarias es una arma de doble filo. Es un intento de frenar la curva ascendente de la pandemia y es, a la vez, una forma de dar carta blanca a mostrar la indignación que la ciudadanía en general tiene con el momento en el que vivimos.
Altercados en varias ciudades de la geografía nacional son buena prueba de ello. Multitud de personas que hacen caso omiso a las recomendaciones sanitarias formando grandes aglomeraciones en las puertas de los bares también lo es. Y es que jugar al miedo y a la intimidación como se está haciendo desde los grandes medios de comunicación repitiendo constantemente palabras como preocupante, confinamiento, pobreza, UCI, muertes,… , siembran sentimientos en quienes reciben estos mensajes que muchas veces no son los programados, sobre todo a quienes ven su puesto de trabajo peligrar, son víctimas de interminables ERTEs o se ven obligados a acudir a centros de ayuda para pedir comida.
“¿Cómo es posible que no dejen reuniones de más de seis personas y las grandes superficies estén hasta arriba?”, “No puedo ir al médico a que me vea la garganta pero sí a un partido de fútbol con 500 más..”, “toque de queda a las 11 de la noche, ¿qué pasa?, ¿que antes no hay virus?”.. Este tipo de cuestiones abarcan la mayoría de conversaciones que mantienen entre sí vecinos, familiares, conocidos, amigos, compañeros de trabajo… Cuestiones sin respuesta medianamente coherente que no hacen sino crispar aún más los ánimos de una sociedad que ve cómo, día tras día, ve más limitada sus movimientos en beneficio de un hipotético control sanitario que, visto lo visto, no es más que una excusa para mantener a la gente en su casa sin dar ruido.
No debe ser fácil tomar decisiones en este momento, máxime cuando se siente la presión clara de las grandes marcas defendiendo, como siempre, su propio beneficio sin importar lo más mínimo la situación sanitaria real que atraviesa el país. Es la ecuación imposible: encontrar el equilibrio entre salud y economía. Una ecuación que se inclina a la “salud” imponiendo medidas restrictivas de dudosa efectividad y a la economía cuando se permita, tiempo al tiempo, salir a la calle para “salvar la campaña navideña”.
Y es que cuestiones como esta son las que enfrentan al COVID y a la paciencia humana.