La Guerra de Ucrania tiene más importancia para la patronal española de lo que parece. De forma más directa en el sector agrario y ganadero, e indirectamente en el transporte. Los combates en la ciudad de Mariupol aun prosiguen y este enclave portuario tiene una importancia estratégica. Ya no solo desde un punto de vista militar, sino que es la entrada y salida por vía marítima de gran parte del comercio internacional de Ucrania con países mediterráneos como el español.
Si hacemos un análisis rápido del intercambio comercial de Estado español con Ucrania –datos de 2020-, vemos por un lado que se importa más de lo que se exporta, siendo los productos agrícolas los que lideran la importación. La patronal española importa en torno a 1.165 millones de euros de Ucrania, mientras que las exportaciones representan unos 300 millones de euros. Allí, el factor tecnológico es mayor que en las importaciones: el 17% fueron automóviles y tractores, un 8% maquinaria de todo tipo y el 5% productos cerámicos, conservas o prendas de vestir.
¿Qué importancia tiene, entonces, Ucrania para la patronal española? Es un abastecedor fundamental de materias primas para la gran cadena de valor del sector agrario español. Específicamente, se importa de Ucrania el 30% del maíz que España necesita anualmente -Ucrania es el cuarto exportador mundial de maíz-, el 17% del trigo y el 30% de aceite de girasol (aunque algunos medios hablan de hasta el 60%).
Esto no es menor, ya que estas materias primas se transforman en España en productos finales: el Estado español es el mayor fabricante de piensos para cerdos y ganado de la UE. Es decir, que utiliza el maíz ucraniano para producir alimentos para animales que exporta al mercado europeo. En el caso del cerdo, por ejemplo, los piensos representan entre el 60% y el 70% de los costes de producción.
De esta manera, el Estado español importa determinadas materias primas de Ucrania para transformarlas en productos finales que le permiten ser uno de los proveedores más importantes de la UE en este tipo de productos. También es uno de los productores de carne más importantes, ya que a nivel mundial el Estado español es la cuarta potencia productora de carne de porcino por detrás de China, EE UU y Alemania.
Así, la batalla en Mariupol es clave, ya el Estado español recibe el grano de Ucrania por barcos de carga a través de este puerto del Mar Negro -cuya ruta más corta en barco ronda los 3.900 kilómetros- y que llegan al puerto de Tarragona. Según las informaciones que llegan, la actividad de los puertos ucranianos está paralizada y ya se está empezando aumentar la compra de maíz de Argentina y Brasil para el pienso animal.
¿Y qué tipo de intercambio comercial hay con Rusia?
Las relaciones comerciales con Rusia no son tan estratégicas para el Estado español y están expuestas a determinadas fluctuaciones. Por ejemplo, las importaciones al Estado español desde Rusia en 2021 fueron de 6.033,6 millones de euros -el 1,8% de todo lo que importó España en el último año-. Donde lo más relevante fueron combustibles y petróleo por valor de 1.943 millones de euros, fundición, hierro y acero por 151 millones, productos químicos inorgánicos 56 millones o aluminio y manufacturas por 52 millones.
En relación a las exportaciones a Rusia el valor asciende a 2.213 millones de euros: un 17% de las exportaciones en maquinaria y textil y otro 10% en automóviles. Según la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac) las exportaciones en 2021 hacia el mercado ruso no están entre las 10 primeras – el 0,2% de la exportación total de vehículos-, ni tampoco en el caso de Ucrania.
Por otro lado, la dependencia del gas ruso por parte de la UE afecta al Estado español por el aumento de precios. Rusia es además uno de los principales productores de trigo y el segundo mayor productor mundial de amoniaco, urea y potasa -fertilizantes utilizados en el campo-.
La guerra y la inflación: ¿quién la paga?
La espiral alcista de los precios a nivel mundial y en el Estado español se viene incrementando por la guerra en Ucrania. Al encarecimiento de los precios por los cuellos de botella en la cadena productiva, al aumento del coste de la energía y del transporte se suman las restricciones y sanciones al comercio de Rusia –siendo uno de los proveedores de gas más importantes de la UE-. Esto está creando la tormenta perfecta para que las clases trabajadoras sean las que paguen las consecuencias de esta guerra.
Mientras países como el español se arman militarmente hasta los dientes, suben los precios y caen los salarios. La pérdida de poder adquisitivo está siendo evidente, con una tasa de inflación que llegó al 7,4%, la más alta de los últimos 33 años. Por ejemplo, la subida de los cereales ha aumentado un 25% desde enero hasta marzo de este año. La diferencia en el precio entre lo que los supermercados pagan en origen y lo que se cobra ha sido en algunos productos de hasta un 875%, como en el caso de las naranjas, un 830% en los limones, o de un 754% en los ajos. En esta situación, una medida elemental es el control de precios, que podrían ser controlados por trabajadores, sindicatos y vecinos.