Este lunes el presidente de EE. UU. Joe Biden dio a conocer su proyecto de presupuesto nacional para el año fiscal 2023, diciendo que está diseñado para “reflejar tres valores importantes: la responsabilidad fiscal, la seguridad en casa y en el extranjero y el compromiso de construir un país mejor”.
El gobierno de Biden, que enfrenta una economía con poco crecimiento marcada por el aumento de la inflación, los índices de aprobación más bajos de su presidencia hasta ahora, las próximas elecciones de mitad de mandato y a una agenda legislativa interna estancada, está utilizando el proyecto de presupuesto para dar a su administración un impulso político en el contexto de una crisis creciente.
Su enfoque con este presupuesto es ganar apoyo lanzando una mezcla de propuestas para abordar tanto las preocupaciones progresistas como las moderadas, al tiempo que pregona que sus inversiones podrían reducir los costos para las familias que se enfrentan a la inflación, con algunos fondos adicionales para combatir el cambio climático y la atención sanitaria (aunque los detalles son vagos), así como una propuesta de suba de impuestos a los ricos y las empresas. Y para apaciguar al ala más moderada de su partido y de su electorado, financiación adicional para la Policía como parte de la campaña demócrata de mano dura contra la delincuencia que se puso de manifiesto en el reciente discurso del Estado de la Unión.
Pero la guerra en curso en Ucrania ha tenido prioridad sobre algunas de estas cuestiones, ya que ha puesto a la OTAN y a Estados Unidos más cerca de la línea de fuego con un país que es, en muchos sentidos, uno de los aliados más importantes del mayor competidor de Estados Unidos, que es China. Por eso no sorprende que el gobierno de Biden siga el ejemplo de otros gobiernos imperialistas y utilice el pretexto de la invasión reaccionaria de Rusia a Ucrania como una oportunidad para aumentar el presupuesto militar y promover el rearme en el caso de países como Alemania.
En concreto, Biden planea hacer “una de las mayores inversiones en seguridad nacional de nuestra historia, con los fondos necesarios para garantizar que el ejército siga siendo el mejor preparado, mejor entrenado y mejor equipado del mundo”. Esto se traduce en un aumento de aproximadamente 31.000 millones de dólares, lo que elevará el gasto total para la “defensa nacional” a 813.000 millones de dólares. De todo esto, 6.900 millones de dólares se destinan a la OTAN, a la defensa europea, a Ucrania y a contrarrestar la agresión rusa, según la Casa Blanca.
Aunque el presupuesto militar ha ido aumentando de forma constante a lo largo de los años y durante las administraciones tanto republicanas como demócratas -lo que subraya la naturaleza bipartidista del imperialismo- la nueva propuesta será el mayor presupuesto militar de la historia de Estados Unidos, superando con creces los de enemigos estratégicos como Rusia y China. Ajustado por PIB, el presupuesto es más de lo que se gastó en el momento álgido de las guerras de Corea o Vietnam y 100.000 millones de dólares más de lo que se gastó en el momento más caliente de la Guerra Fría en el gobierno de Ronald Reagan.
Mientras tanto, la clase política estadounidense dice que no hay dinero para la salud, la educación u otros gastos sociales que beneficiarían a la clase trabajadora, pero siempre tendremos el dinero, cientos de miles de millones de dólares para ser exactos, para mantener violentamente los intereses capitalistas en el extranjero o, como mínimo, hacer una amenaza creíble.
Estos presupuestos, y el apoyo bipartidista que reciben, reflejan cómo el imperialismo no es simplemente una cuestión de “una política” o “de malicia particular”, como explicó Lenin: es una parte integral de asegurar que el imperialismo estadounidense pueda apoyarse en métodos violentos para conseguir más beneficios para los capitalistas o mantener su hegemonía en el mundo. En lugar de defender al “pueblo estadounidense”, el presupuesto militar de Biden está destinado a tranquilizar a las corporaciones norteamericanas al tiempo que hace disparos de advertencia a China y Rusia.
¿Biden va contra los millonarios?
En un esfuerzo por reducir el déficit presupuestario federal de más de 1 billón de dólares en los próximos 10 años, que sin duda está inflado por el enorme gasto militar, Biden planea introducir medidas fiscales destinadas al segmento más rico y a congraciarse con los votantes progresistas.
Concretamente, propone un nuevo impuesto mínimo del 20% sobre los ingresos y los aumento de patrimonio (pero no de la riqueza en sí) para el 0,01% de los que más ganan y de los hogares que tienen más de 100 millones de dólares. También propone aumentar el impuesto a las sociedades comerciales del 21% al 28%. Antes de que Trump lo llevara al actual 21%, existía un sistema escalonado que oscilaba entre el 15% y hasta el 39% en función de la renta imponible. Así que al final este “aumento” podría incluso ser menor que lo que se pagaba antes del 2016.
En cualquier caso, aunque un aumento de los impuestos a los ricos es bienvenido, los capitalistas y sus representantes en el gobierno probablemente harán todo lo posible para no hacerlo realidad. E incluso si la propuesta se aprueba en el congreso, los capitalistas siempre encuentran una manera de evitar pagar.
Las lagunas legales hacen que empresarios como Donald Trump, por ejemplo, no paguen impuestos, sin siquiera esconder su dinero fuera de Estados Unidos. Y vemos que esto ocurre en todo el mundo, como han puesto de manifiesto los llamados Pandora Papers. Eso es porque los grandes empresarios controlan el Estado y, por tanto, el Estado defiende el dominio del capital. Y es también por eso que al final los trabajadores son los que pagan el costo del funcionamiento del estado y las bombas que se lanzan por todo el mundo para defender sus intereses.
Aunque nosotros los trabajadores creamos toda la riqueza y vale la pena luchar por mayores impuestos a los ricos, al final, la expropiación de los grandes monopolios de la industria y los servicios y una democracia obrera nos acercará a resolver el problema de la desigualdad que invade este sistema.
De la desfinanciación de la policía a la duplicación de la financiación
Otro de los aspectos más alarmantes de este presupuesto es el aumento de los presupuestos policiales tanto estatales como federales. Biden propone más de 32.000 millones de dólares para hacer frente al “aumento de la delincuencia”. Después de la explosión del movimiento Black Lives Matter, Biden y el régimen bipartidista trabajaron arduamente para reparar la imagen pública de la policía. Más recientemente, el Senado votó por unanimidad retener los fondos de cualquier gobierno local que intente desfinanciar a la policía, contando con los votos de figuras supuestamente progresistas como Bernie Sanders, Cory Booker y Elizabeth Warren.
Y lejos de abolir el ICE (la odiada patrulla fronteriza, NdelT) o detener la construcción del muro fronterizo de Trump, Biden le asigna 8.100 millones de dólares, con 15.300 millones adicionales para Aduanas y Protección Fronteriza, 309 millones para tecnología de seguridad fronteriza y 19 millones para vallas fronterizas y otras infraestructuras.