Parece que se ha calmado el revuelo del spot de la cerveza con acento y, con más distancia, dejo algunas breves notas que quise escribir en medio de la tormenta pero no era el momento. Dicen que es bueno contar hasta 10, 100 0 1000 antes de que las vísceras sean las que hablen por ti. Y eso he hecho. He contado mucho mas de 1000 en estos días de reflexión pero, en este caso, no me ha servido de mucho porque el sentimiento es el mismo, no se ha movido un ápice por mucho que haya leído tanto elogio, tanta conclusión de resurgimiento andalucista, tanta columna con teorías que no sólo entristecen a quienes creemos que hay sectores que lo deberían tener claro sino que te invitan a comprobar que han cambiado muy pocas cosas, desafortunadamente.
La colonización es tan grande como imperceptible, tan sutil como cruel y llega hasta lugares y grupos insospechados, a los que creías libres de virus enajenantes.
Con tanto como tenemos con qué poco nos conformamos, con qué poco nos contentan. Nos conocen bien, saben cuales son nuestras debilidades, lo saben en los despachos del poder y lo saben en los despachos y reuniones de creativos publicitarios, a los que no les presupongo mala intención, pero desde luego, lo que no les supongo es consciencia de pueblo.
Nos han reducido a un acento y estamos encantados. Somos un acento, toda nuestra historia, nuestra cultura, nuestra lucha queda reducida a un acento vinculado al folklore por mucho que lo disimulen con uno o dos grupos, imágenes o frase… la figura que reivindica el acento en ese “prodigio” de la técnica siempre fue símbolo de lo español, de España, para que nadie se llame a engaño. Y lo demás, lo andaluz, era un acento vinculado al hambre , la picaresca y la incultura. La memoria flaquea y olvida con facilidad. Nada es gratuito, nada es casual, nada es “solo” comercial. Pero nos conocen tan bien…
Yo reniego de ese poderío vacío de poder. Yo reniego de ese poderío que nos roba la consciencia y nos sigue manteniendo en la sumisión. Yo reniego de ese poderío folklórico que tanto daño hizo a Andalucía y al que quieren vender como una brisa de aire fresco en una tierra que lo que necesita es justicia, poder propio, consciencia y mucha, mucha cultura y conocimiento de sí misma. No necesito que una multinacional aliente nuestro orgullo reduciéndonos a un acento, a un huevo frito, a tres frases aplicables a cualquier pueblo al que le quieran vender una cerveza. Pero nos conocen bien… tanto que hasta algunos acreditados andalucistas se han dejado arrastrar y sacado conclusiones que no puedo compartir.
El marketing invade también las entrañas de la política, las redes, los mensajes facilones, los que no molesten y sean amables y “modernos” para lo que dicen que son otras generaciones, con otros lenguajes, con otras formas y yo, que vengo de un mundo artístico donde la vanguardia ha primado, donde lo que ha hecho que el mundo conozca el dolor, la rabia, la lucha, la rebeldía andaluza es el talento, la ruptura de fondos y formas que construyeron con los clichés que sembraba y sigue sembrando ese falso poderío que ahora nos venden y volvemos a comprar, que por conocer lo que he tenido la suerte de conocer, me parece todo lo que quieren vender por nuevo tan antiguo, me niego a seguir la corriente, me niego a ser reducida a un acento con tapa de huevo frito.
Y si lo puedo decir alto y claro es porque he perdido muchas oportunidades profesionales en mi vida , precisamente, por defender el andaluz y negarme a utilizar el castellano.